Como hablaba en la entrada anterior, es muy importante saber la información la que nos podemos fiar y de la que no. Para ello vimos en clase unas preguntas que nos debemos hacer a nosotros mismos una vez que tenemos una fuente de información.1.- ¿Es útil para el tema? Tenemos que fijarnos bien que sea información específica sobre el tema elegido y no malgastar el tiempo en Internet con cosas que no tienen nada que ver.
2.- ¿Es el autor adecuado? Es conveniente conocer al autor. Por lo tanto la información será más fiable si es un experto en el tema o la página esta respaldada por una organización. Teniendo en cuenta, por supuesto, que sean expertos en la materia que nos interesa.
3.- ¿Ofrece información sin sesgo? El sesgo informativo se produce cuando las organizaciones que publican la información tienen unos intereses sobre el tema o su ideología, cambiando partes del contenido para darle una forma subjetiva que les favorezca. Para ello tenemos que asegurarnos también de que la información, aunque haya sido publicada por importantes organizaciones, se ha plasmado de la forma más objetiva posible.
4.- ¿Cuándo fue actualizada por última vez? Este paso también es muy importante pues por muy buena que sea la fuente de información, si no ha sido actualizada no podemos tenerla en cuenta para el presente.
Una vez hayamos pasado por estos cuatro pasos, ya podremos estar seguros de poder utilizar la información.Como ejemplo de las distorsiones que se producen a lo largo del tiempo y dependiendo de la fuente, hicimos en clase un divertido experimento en el que la profesora le decía a la primera persona de la fila una noticia y la íbamos transmitiendo los unos a los otros hasta que llegaba al final. Cuando el último de la fila contaba lo que le había llegado, la información había variado de una forma impresionante. Por eso no nos podemos fiar de la primera información que nos aparezca en Google.
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